Soy Fiorella Costantino. Tengo 41 años, soy mamá de Chiara de 15 años fruto de mi primer matrimonio. Actualmente estoy casada con Horacio, mi compañero desde hace 12 años.  Encuentro el equilibrio cuando me conecto con mis hobbies: la jardinería, mis caballos y el yoga.

Durante la escuela secundaria (1992-1996) en el Colegio Santa Rosa del barrio de Caballito tuve mi primer contacto con proyectos sociales participando de talleres de apoyo escolar en Villa Amelia (Prov. de Buenos Aires) y de un viaje a Misiones en el que visitamos una escuela rural y entregamos donaciones.  Muchos años más tarde pude entender cuán importantes fueron estas experiencias que me llevaron luego a estar vinculada al trabajo social y al servicio en distintos momentos de mi vida. A partir de aquí la frase “Somos responsables de aquello que no tratamos de impedir” de Jean Paul Sartre fue un pequeño pulso interno que no dejó de latir… 

Me gradué como Licenciada en Ciencias Ambientales en la Universidad del Salvador en 2001, en 2004 finalicé un posgrado en Ciencias Químicas y Ambiente en la UBA y en 2010 cursé una Maestría en Administración de Negocios en la UTN.

Cursando la universidad fui voluntaria en el comedor de la Iglesia María Auxiliadora en el barrio de Almagro. 

Desde 1998 hasta 2014 trabajé en empresas de primera línea como SGS, Ericsson y Techint, en el área de Calidad y de diseño e implementación de sistemas de gestión, habiéndome especializado en la ejecución de auditorías. Esto último me ha permitido adquirir conocimientos sobre el diseño, implementación, evaluación y mejora de procesos.  Por otro lado, el haberme desempeñado en empresas multinacionales me permitió adquirir conocimientos sobre management y liderazgo.

En paralelo, en 2008, en un momento de mi vida que fue “bisagra”, en pleno proceso por intentar superar una crisis personal, desarrollé y hoy lidero un proyecto social basado en la apertura de un Centro de Día en la localidad de Marcos Paz. Sus fines son la atención, defensa, promoción y protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Fomentamos el fortalecimiento familiar y comunitario y la construcción de puentes entre la comunidad y las políticas públicas del Estado a fin de contribuir con la mejora de la calidad de vida de la población. Con la intención de encuadrar este proyecto dentro de un marco legal, en 2009, junto con un grupo de personas con la misma vocación de servicio, fundamos la Asociación Civil sin fines de lucro “Seres Versus Teneres” (N° matrícula 35819),  cuya misión es mejorar la calidad de vida de personas en situación de vulnerabilidad social de la provincia de Buenos Aires. Desde entonces nos encontramos trabajando con la intención de avanzar con la construcción del Centro de Día y, en paralelo,  llevando a cabo distintas actividades recreativas y sociales que profundizan nuestro vínculo con la comunidad local.  Hemos encontrado nuestra felicidad, como dice nuestro lema, en el “DAR HASTA QUEDAR LLENOS”. 

Sin saberlo, sin planificarlo, esta última experiencia fue revelando mi vocación. A tal punto que en 2014 decidí dedicar toda mi capacitación, estudios y experiencia a actividades con alto impacto social, trabajando full-time en  organizaciones sociales del Tercer Sector. A partir de esta decisión renuncié a Techint a inicios de ese año y comencé a cursar el Posgrado de Especialización en Organizaciones sin Fines de Lucro en la Universidad de San Andrés. Esto último me permitió insertarme profesionalmente en este nuevo ámbito y  potenciar la asociación civil Seres Versus Teneres que hoy presido.  Y cuando digo “potenciar” también me refiero a profesionalizar la gestión porque con el paso del tiempo entendí que los problemas de la desigualdad no se solucionan sólo con solidaridad. Entendí que una ONG no puede nutrirse sólo a partir de los “espasmos” de solidaridad de las personas. Porque la solidaridad tiene una característica emocional muy fuerte y, por eso, resulta difícil de sostener en el tiempo: es circunstancial, acotada, episódica. 

Durante 2015 trabajé para diversas ONGs en la gestión de programas sociales.  Y en agosto del 2016 ingresé a la Fundación Huerta Niño, organización en la cual actualmente ocupo el cargo de Directora del área de Programas. Huerta Niño trabaja desde 1999 para aliviar la desnutrición y la malnutrición infantil en Argentina, mediante la construcción de huertas en escuelas de zonas desfavorecidas de todo el país.

Hoy, luego de 23 años, mi actual trabajo me convoca y me presenta el mismo escenario: la visita a una escuela rural eligiendo nuevamente, como aquella chica de apenas 17 años, no ser indiferente con quienes menos tienen.  

La vocación late dentro de uno, palpita.  Es sólo cuestión de bucear hacia adentro y encontrarla.  

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