De paisajes sonoros II
De paisajes sonoros, significado
del sonido y emociones asociadas
Parte II
Escuchando profundamente podemos percibir
distintas formas, colores y tendencias de predominancia sonora.
Como considero Pierre Schaeffer al
referirse a sus conceptos de sonido, ruido y música: nosotros reconocemos
objetos sonoros en los ruidos habituales y cotidianos, incorporando al mundo
musical cualquier sonido, dándole la importancia que se merece como hecho
perceptivo y físico.
Describir, apreciar, analizar las fuentes
sonoras que nos rodean: los ruidos industriales, el bus urbano, los sonidos del
entorno que desaparecen nos habla de la relación hombre- entorno.
La inducción de situaciones estéticas a
partir de la capacidad del sonido de emocionarnos: el recuerdo de una voz
familiar, una tormenta o el mar podrán afectarnos, poseernos.
Son palabras de Murray Schafer: «los
sonidos del ambiente tienen sentidos referenciales, no siendo simples rasgos acústicos
abstractos, debiendo profundizarse en el estudio del significado y simbolismo
atribuido a los mismos».
En este sentido, partiendo de las teorías
de Jung sobre los arquetipos, según las cuales existen símbolos comunes a las
diferentes culturas y razas, Schafer muestra cómo determinados sonidos poseen
un valor simbólico
universal; siguiendo la terminología de
Jung, los denomina sonidos arquetípicos.
Las características personales inciden en
cómo el sonido es percibido, también sus antecedentes culturales y las
experiencias previas en relación con él.
Es decir el sonido tiene gran capacidad de evocación que va más allá de
las características reales del entorno. Tiene poder de hacernos recordar
momentos, nos muestra nuevas dimensiones del medio, puede transportarnos o reconstruir
un lugar.
Teniendo en cuenta que estos espacios son
paisajes que se diluyen expuestos a su desaparición o degradación, percibiremos
especies de sonidos dominantes o
secundarios que darán la característica sonora aquí y ahora
y que podrá será registro para componer un
paisaje sonoro.
Eso nos permite evaluar en conjunto -en una
equivalencia a la escucha musical- la vivencia de recorrer, registrar, componer
una experiencia sonora y de comunicación entre todos.
Recorrer los espacios, reconocer sus
sonidos, identificarse con ellos, recoger las muestras de los mismos. Componer
esa experiencia en algo familiar o imaginario. Ir desde la identificación
sonora hasta la comunicación simbólica, y significante, reelaborando o
reinterpretando lo meramente técnico: frecuencias, mezclas, texturas.
Esta propuesta no pretende ser meramente
documental sino de acceso a varios niveles de significantes.
El espacio que escuchamos no es solo un contenedor de toda la materia existente, sino una zona que adquiere forma a través de nuestra experiencia multisensorial en la que la escucha participa determinantemente en la creación del lugar. De este modo presencia y recuerdo, por el discurrir histórico del lugar, adquiere un sentido personal o colectivo del espacio nombrado o representado.
Realizar una escucha comprensiva y limpia,
en conjunto con una comunicación poética del entorno sónico, nos permite un
nivel de conciencia ambiental más profunda y un conocimiento más sensitivo de
las personas que participan de la experiencia.
El hombre ha desarrollado un complejo
proceso para depurar el sonido y seleccionarlo a través de su evolución y adaptación
al medio. Siempre supo que los sonidos van íntimamente ligados al resto de los sentidos,
por eso ha dado importancia extrema a la elección del lugar para vivir en base
a sus cualidades sonoras.
Debemos recuperar el equilibrio entre todos
los sentidos, trabajarlos en forma conjunta y utilizarlos de manera creativa para
evolucionar saludablemente en nuestra casa común.
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